miércoles, 25 de julio de 2012

Noche oscura y fria

Me veo a mi mismo tirado en la cama con el notebook apoyado en las piernas, veo la hora y pienso ¿Qué hago aun despierto? Son casi las seis de la mañana. Afuera el frio hace que te den ganas de ponerte a hibernar hasta diciembre, cuando las temperaturas vuelvan a subir. Además de esto, me pongo a ver la fecha de la última publicación de mi blog y me doy cuenta de que, si dejaba pasar un par de días más, se cumpliría un año sin escribir nada, creo que poco a poco voy perdiendo el toque de lo que es una redacción ordenada y con sentido. Tras leer el párrafo anterior veo que simplemente divago y aun no presento ningún tipo de tema interesante. También me doy cuenta de que realmente ese tema interesante que habría de exponer no existe y simplemente me he puesto a escribir porque de alguna manera quería dejar plasmado en unas pequeñas líneas el hecho de que hace mucho frio y que por alguna razón, aun no duermo nada. Continuo divagando, mi mente va de un lado hacia otro con pensamientos que no vale la pena mencionar pues no tienen nada entretenido, de hecho, si me preguntan en este momento en que pienso, diría que no lo sé, y seria verdad, pues a pesar de que sigo escribiendo palabra tras palabra sin parar siquiera a pensar que escribir me voy dando cuenta de que finalmente terminare este pequeño texto sin exponer nada interesante y que finalmente, cuando acabes de leer esto te habrás dado cuenta de que perdiste cinco minutos de tu vida leyendo algo vacio y sin sentido.

sábado, 21 de mayo de 2011

Pensamiento fugaz Nº 2

A veces me pongo a pensar, o mas bien, me percato de que lo mas maravilloso de la vida, suelen ser aquellas cosas (o situaciones, que en este caso vendrían a ser practica mente lo mismo) más simples. Me explico... nunca sabemos que lindo que es un día de lluvia, hasta que han pasado muchos días con un calor insoportable, o viceversa. Nunca sabemos lo importante que es una buena conversación con un amigo, hasta que ese amigo por alguno que otro motivo, deja de estar cerca nuestro, y por ende, dichas conversaciones se tornan cada vez mas difíciles o mas breves. Ejemplos como los que acabo de citar no son mas que la punta del iceberg ya que como estos, hay cientos de miles de cosas pequeñas, pero importantes a la que quizás, no les damos la importancia suficiente.

Si pudiéramos aprender a darle la importancia que se merecen a esas pequeñas cosas, quizás el mundo seria un lugar mejor, un lugar en que cada individuo, sabría agradecer cualquier pequeño gesto que alguien tenga con ellos. Claro, de esta manera se lograría la pequeña gran utopía con la cual han soñado grandes pensadores de la historia, antigua y moderna, si cada uno supiera agradecer todas las cosas, buenas y malas, quizás nos preocupa riamos un poco mas por aquellos individuos que están mas desvalidos que otros.

Pero al analizar el ultimo punto... ¿es posible que algo así ocurra? Realmente lo dudo, el ser humano es sin lugar a dudas, la especia mas egoísta y mas cruel que existe, da igual cual sea su color de piel, ideología o religión... el ser humano siempre, dejara mucho desear...

viernes, 6 de mayo de 2011

Pensamiento fugaz Nº 1


Sentado sin hacer practica mente nada, con un cigarrillo en un mano y con el encendedor en la otra una leve idea inunda mi mente. Para hacer esto un tanto mas corto he de omitir todos los "sub pensamientos" que nacieron a partir de este, pues, si los relatara todos no abaría nunca.
Pensaba en el propósito por el cual venimos al mundo, según un humorista chileno (Coco Legrand) los propósitos son tres, el primero es ser feliz, supongo que tiene razón y después de todo, la clave para la felicidad es tan sencilla, es simplemente apreciar las pequeñas cosas que tenemos cada día a nuestro alcance, saber disfrutar una buena charla (ya sea con otra persona, o bien, contigo mismo, cosa que nunca es mala cuando quieres aclararte una que otra idea) saber apreciar una sonrisa, una caricia, un gesto, una brisa, todo lo que se considera pequeño pero que a la larga, es aun mas inmenso que aquello que se considera "grande". El segundo punto es "aprender" no ahondare en esto, pues, como todos sabemos, todos los días aprendemos cosas nuevas. El tercero, y mas importante a mi parecer es "dejar huella", pero esto... ¿es tan simple como parece? ,es decir, basta con tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol como dicen tantos filósofos o realmente es necesario realizar un gran acto, que marque tu nombre en la historia, a lo que voy es... dejar huella, ¿basta con tus seres queridos y/o conocidos, o debes dejar huella a nivel histórico?
Tras pasar largo rato pensando en esto, llegue a la conclusión de que dejar huella, es que, una ves que hayamos dejado este mundo, nos recuerden, y no es necesario descubrir un gran medicamento o realizar un gran acto, basta con que te recuerden tus seres queridos, y que al pensar en ti, digan "un hombre (o una mujer) como aquel, no se conocen todos los días"

martes, 1 de junio de 2010

Sin Solución

Era como todos los días oscuros y fríos de invierno, donde el frio te taladraba los huesos, y hacia que te doliera hasta el alma. Me frotaba las manos heladas, inhalando escandalosamente por la nariz, un soldado asoma por la colina, trae noticias. Esquivo la mirada fingiendo no haberlo visto todavía, sabía perfectamente por aquellas severas facciones lo que se avecinaba. El joven soldado se quito el casco y pidió permiso para hablar. Se aclaró la vos y suspiro profundamente haciendo que su alrededor se repletara de un aura de la más pura decepción, sus ojos, mostraban el más puro sentimiento de dolor y una desesperación que no era capaz se disimular.
¿Qué ha pasado? –Pregunté- ¿Dónde está el resto del batallón?
Hubo un momento de silencio, luego me miró a los ojos y bajo la mirada al momento que una lágrima caía por su mejilla.
Están siendo bombardeados –dijo- ahora solo deben quedar unos veinte, si es que no han seguido bombardeando, me han mandado a pedir ayuda porque nuestro radio se rompió, o se congeló nadie sabía bien que había ocurrido con él.
Conservé la calma y las terribles ganas de sacar mi revolver y pegarle un tiro a ese soldado, pero por alguna razón desconocida, incluso para mí, no tenía otro sentimiento más que una furia incontrolable, no pena, tampoco dolor, solo furia. Fueron en estos escasos y a la vez eternos segundos cuando los recuerdos de hacia una semana flotaban de aquí para allá, con un incesante eje de culpa, había fallado. Tal como lo había predicho el general Eldestein mientras sonreía detrás de la mesa destartalada de la sala de reuniones, a sabiendas de lo que podía ocurrir.
El joven soldado seguía explicándome lo sucedido, como muchas cosas pasaban por mi mente en ese momento, una de las cuales fue, aún puedo salvar a los cincuenta y siete soldados que aún están conmigo. Por estar pensando eso, solo logré contener las palabras “noche”, “sorpresa” y “frio”. Le ordené cayas y le señale donde estaba el radio para que llamara al cuartel general. Solo segundos después se detono una bomba a unos cien metros de nuestra posición actual.
Me desperté exaltado, había tenido otra pesadilla de lo sucedido hace tres años.
Me frote la frente empapada en sudor, el olor, el frio, todo había sido tan real como siempre, como las otras cien veces que he soñado lo mismo los últimos tres años.
Me senté en el borde de la cama sujetándome la cabeza entre las manos, tratando de no pensar en ello.
Solía mostrarme frio, arrogante, insensible y hasta insufrible para la mayoría de las personas, era sorprendente que una pesadilla, que ya había tenido durante mucho tiempo siguiera afectándome, cuando el tema ya estaba, supuestamente olvidado. Miré la hora, 5:47 de la madrugada, nada alentador considerando que era un día feriado.
Sin embargo era entendible que me afectara tanto, los sueños de cincuenta y siete soldados, sus metas, sus aspiración, su sangre y más importante aún, sus vidas, estaban en mis manos, por mi incompetencia arrogancia habían muerto, todo un batallón, masacrado, solo porque no seguí los consejos de mis superiores, quizás hubiera sido mejor morir junto a mis hombres.
Pero por alguna justicia divina o porque sencillamente tengo mala suerte, había sobrevivido, entre cincuenta y siete soldados, habíamos sobrevivido solo tres.
Salí a caminar, aun era de noche y el ambiente era húmedo y frio, lo cual me recordaba a aquel día. Camine hasta una pequeña plaza que quedaba a unas pocas cuadras de mi casa.
Me senté en una de las bancas y me cruce de piernas, apoyando la espalda contra el respaldo, mira hacia todos lados, aún no había nadie, parecía un pueblo fantasma, solo se oía, el eco del ladrido de unos perros bastante lejanos, me rasque las orejas y las cubrí como si en ello fuera a encontrar una solución a mi problema.
Las sesiones con los psicólogos y psiquiatras no habían surtido efecto, tantas horas buscándole la solución a un problema que parecía no tenerla.
Desde aquel día no he vuelto a ser el mismo, nunca me case, por ende no tengo hijos, y la última vez que me había acostado con una mujer, había sido hace tanto que de verdad ya no lo recordaba, entonces, ¿por qué sigo vivo? ¿Cuál es la razón por la cual me he mantenido tanto tiempo en esta interminable agonía? Si, había algo que tenía que hacer, el problema era: ¿Qué? De pronto se me ilumina la mente con una respuesta que encontré de una forma que no entendí, lo que debo hacer es: pedir perdón, tragarme mi orgullo, después de todo, ¿tenía de que estar orgulloso? No, claro que no.
Partí a mi casa y busque en un viejo cuaderno los números de los cincuenta y cuatro soldados muertos. Les pedí perdón a cada una de las familias, bueno, solo a cincuenta y dos, los O’ Conell y los Zibaj habían cambiado sus números. De los anteriores solo tres familias aceptaron mis disculpas de una manera sincera, las demás, solo por compromiso. Me odiaban, y ¿por qué no habrían de hacerlo? Yo mismo me odio de una forma irracional, ellos tienen mucha razón para odiarme, sé que de haber podido, me hubieran matado en cierto momento, y ojalá lo hubieran hecho, me habrían ahorrado toda mi agonía.
Fui a la cocina y me prepare un café, sabía que faltaba poco, el final se aproximaba pues había tomado una decisión. Voy hasta mi cuarto de recuerdos, en los cuales hay muchas medallas de guerra, que no merezco, fui al armario y saque mi viejo traje de gala del ejercito. Con la yema de los dedos toco el cajón en el cual tengo guardado mi antiguo revolver, cada cosa y cada olor en esta maldita habitación me llevan a ese fatídico día.
El revólver en mis manos se siente igual que hace tres años, eso no ha cambiado, reviso el cargador, seis balas, veo la pared donde están enmarcadas, fotos en las que salgo vestido de militar, una de ellas la sacaron tres días antes del incidente, eran cinco fotos. Dispare en cada una de las fotos, de una manera que no se notara lo que hubo ahí. Me paro frente al espejo y reviso el cargador, una bala, una vida, una ecuación perfecta.





Respectivos creditos a "Lunatiika" que escribió la mitad de esta historia.

jueves, 6 de mayo de 2010

Un pequeño viaje (Parte Dos)

Los bombardeos llevaban ya, más de una hora. No sabía si alguno de mis amigos y compañeros del batallón estaban vivos, o habían volado en mil pedazos. No sabía cómo, había tenido la suerte de que en mi trinchera, cavada a medias no había caído ningún proyectil. Una sensación mezclada, entre el frio y el miedo, me había hecho tiritar desde que comenzó el bombardeo, y no me había dejado darme cuenta, de que había mojado mis pantalones. El ruido es espantoso, más que el horrible sonido del estallido de cada bomba, todos podrían creer que eso es lo peor, pero no, lo peor es el horrible y sepulcral silencio, luego de cada estallido, no hay gritos, no hay quejas, solo silencio, es eso lo que me hace sentir más pequeño, más insignificante y mas solo, en mi pequeña y húmeda trinchera.
Estando agazapado en la trinchera un pequeño recuerdo pasa por mi mente, me doy cuenta de que nunca he sido un hombre de plegarias, mucho menos de ir a la iglesia o andar cantándole a “Dios”, de hecho, desde niño nunca he creído en la existencia de “Dios”. Cuando mis padres me llevaban a la iglesia, no tardaba en quedarme dormido y siempre buscaba maneras de ridiculizar y reírme de la gente que si creía, les hacía preguntas capciosas para ver si realmente creían de corazón o solo era cosa de familia, la mayoría de las veces fallaban la prueba.
Sin embargo, en este momento tan espantoso y horrible, donde puedo volar en mil pedazos, me acuerdo de “EL”. También recuerdo un camarada de apellido O’Ryan o algo así, que cada vez que se lanzaba al asalto decía algo parecido a “Dios mío atrápame, hoy dormiré en tu gloria”, y cada vez que mataba a alguien decía “Dios mío apiádate de su alma”, lo encontraba ridículo, de hecho sigo encontrándolo tonto e inútil, pero en este momento, tan crudo, tan peligroso, me acuerdo de Dios y empiezo a orar, le pido que me proteja, que no me deje morir, que haga que esto termine pronto.
De pronto siento un impulso, algo que me ínsita a salir corriendo, pero lo dejo pasar, el bombardeo ha terminado, otra vez el silencio es horrible, no sé cuanto duro el bombardeo pero a mí se me hizo eterno. Reanudan el bombardeo, escucho el estallido de una bomba cerca de mi trinchera, luego de unos segundos, fue lo último que escuche.

domingo, 7 de febrero de 2010

Recuerdos de un viajero

El viento empieza a ser más helado, la ultima brisa del verano, las hojas muertas, empiezan a caer del árbol que las sostuvo por un tiempo tan prolongado.
El otoño ha llegado, y con el todos los recuerdos amargos de un año que ya se fue, y se llevo con él, todo lo que fue importante para mí. Cansado del aire puro de un último día de verano, me pongo en camino hacia la posada que durante estos últimos días ha sido mi casa.
Lentamente camino hacia la posada, sumergido en mis pensamientos, tan concentrado y a la vez tan distraído. Quizás, todo sea para mejor como me han dicho aquellos que han intentado acercarse a mi desde un punto emocional, no lo creo así, la vida nunca ha sido justa con nadie, porque sería yo la excepción a la regla.
Recuerdo la vieja aldea, sus aromas, la cara de la gente que decidió vivir en paz, su clima, nevada en invierno, florida en primavera, ese ambiente tan tranquilo de aquel lugar al que muchos denominábamos hogar.
Sumergido en mis pensamientos nostálgicos, empiezo a sentir un gran pesar, que me lleva a sentarme a los pies de un gran árbol que aun no pierde sus hojas, no sé qué tipo de árbol es, nunca me interesaron esos temas, cuando uno es un soldado, solo se necesita saber para qué sirve una espada, un arco y una flecha, todo lo demás pasa a ser inútil. Sentado a los pies del gran árbol, me dispongo a cerrar los ojos para descansar al menos por un corto periodo de tiempo.

-¡Tristán! –Alguien grita- ¡Tristán!

-¡¿Qué?! –Intento decir pero mi vos no sale- solo se oye un sonido apagado como si algo me estuviera tapando la boca

-¡Tristán! –Es mi pequeña hermana la que me llama tan desesperada- ¡Tristán!

-¡¿Qué?! –Intento decir de nuevo pero mi voz sigue sin sonar y me empiezo a desesperar- ¡¿Qué ocurre Wendy?!

De pronto la veo, es ella quien corre hacia mi gritando mi nombre, corre como escapando de algo, de pronto, ya no es mi querida hermana la que corre hacia mí, su piel se desgarra y cae al suelo junto con su ropa, es una bestia, hambrienta la que corre hacia mí, sus ojos, muestran el más puro odio

-¡Tristán! –Vuelve a decir, pero esta vez su voz es ronca y gutural- ¡Sálvame Tristán!

De pronto todo desaparece, y estoy nuevamente sentado bajo el árbol, mi respiración ha aumentado, había sido una pesadilla, una más que se uniría a las miles que he tenido durante el último año. Una más, que tenía que ver con aquel día en el que mi vida, mi familia y mi felicidad me fueron arrebatadas, y no pude hacer nada para evitarlo.
Estaba tan sumergido en mis antiguos y amargos recuerdos, que no me percate cuando una mujer me hablaba, me preguntaba que me ocurría, si estaba bien.

-¿Estas bien? –Volvió a preguntar- ¿Por qué no respondes?

-Hm –Fue todo lo que pude decir en ese momento-

Sus ojos, azules como el zafiro se abrieron al oír mi voz, se quedo esperando, tenía su cabello suelto, era castaño y le llegaba hasta la cintura, su cara parecía tallada por algún hábil escultor y tenía un pequeño lunar bajo el ojo izquierdo.

-No… no estoy bien –Dije al fin- tuve una pesadilla, pero, supongo que ahora si estoy bien.

-Oh –dijo ella- me alegro de que te encuentres bien ahora, dime ¿Cómo te llamas?

-Me llamo, Tristán –estaba dándole mis datos a una completa extraña- ¿y tú?

-Me llamo Isabel –Dijo, al momento en el que sonreía y mostraba sus perfectos dientes- tengo veintiún años, tu ¿no eres de este pueblo cierto? Te he visto un par de veces, solo ahora me atreví a hablarte

Luego de decir la última frase, se sonrojo.

-No… -Empecé a decir- no soy de aquí, solo estoy de paso, quizás me vaya mañana

-Vaya… que lastima –Su cara cambio y mostro desilusión- supongo que, perdí mucho tiempo, debería haberte hablado el primer día que te vi.

Seguía sin entender la mitad de todo lo que me decía, pues seguía sumergido en mis antiguos recuerdos, me conto sobre su vida, logre escuchar que vivía en una pequeña casa en la colina, que había tenido dos hermanos pequeños pero que habían muerto el invierno pasado a causa del frio, lo demás no lo retuve. Termine sin darme cuenta invitado a su casa para la hora de la cena, ya estaba oscureciendo y el cielo se tornaba rojo y los lobos empezaban a aullar, lobos.
Estuve casi toda la cena sumergido en mis pensamientos cuando de pronto una pregunta hecha por el padre de Isabel, capto mi atención de la peor forma:

-¿Cuál es tu historia Tristán? –Dijo el padre de Isabel cuyo nombre era Stephan- ¿Cómo viniste a parar a este pequeño y tranquilo pueblo?

-Padre –Empezó a decir Isabel- No creo que se correcto preguntarle por su pasado cuando apenas lo…

-No importa –Interrumpí a Isabel- Si de verdad quieren oír mi historia se las contare, pero les debo decir, que hasta ahora no tiene un final feliz, y no es para nada agradable de escuchar.

Ellos asintieron con la cabeza y me dispuse a contar mi historia, pero obviamente debería empezar por el principio.
Todos nos dirigimos hacia la parte de la caza en la cual había un pequeño fogón prendido para calentar el ambiente. Me senté, prepare mi pipa con lo último de tabaco que me quedaba, la prendí y me dispuse a contar la historia de mi vida.

“Nací en un pequeño pueblo del norte del país, me crié en una pequeña casa al lado de un río, en invierno aquel río se congelaba y había que hacer hoyos en el hielo para poder pescar, el punto es que tuve una niñez muy tranquila, aprendí a cazar a temprana edad al igual que aprender a usar el hacha y la espada. Aquella aldea era hermosa, en primavera las flores inundaban los campos al punto de que la hierba no se veía, y en invierno la nieve cubría todo con su manto blanco. La población de aquella aldea no superaba las cien personas, de los cuales solo 53 éramos hombres en la edad de combatir”

Hice una pausa al ver que el tabaco de mi pipa se había acabado, en ese momento Stephan se paro y volvió con una bolsa de tabaco que me ofreció, la acepte con gusto, llene la pipa de nuevo, y mientras la prendía continúe con la historia.

-Me saltare un par de años de adolescencia cazando y pescando y pasare a lo importante.

“Al cumplir los diecinueve años ya era considerado un hombre en la aldea, y muchas de las familias me ofrecían las manos de sus hijas en matrimonio, acepte a una, su nombre era Isabella”

-Cuando dije esto el padre y la madre miraron a Isabel y rieron, ella se sonrojo.

“Acepte casarme con Isabella y ella acepto casarse conmigo, yo la conocía desde que ella era pequeña pero aun así, debíamos esperar a que ella cumpliera los dieciocho años, era una vieja tradición de la aldea, y ella aun tenia trece, faltaba mucho tiempo. Los años pasaron y fuimos lo que se denomina como prometidos por cinco años, cuando ella cumplió los dieciocho, le pusimos fecha a la boda, yo para ese entonces consideraba que mi vida era perfecta y nada la podría estropear, el verano estaba terminando y decidimos casarnos en primavera, pues se creía que los casamientos en otoño e invierno, siempre acabarían mal. Sin embargo, un día de otoño nuestra aldea fue invadida. Todo aquel que estuviera en edad de combatir fue tomado prisionero, vi con mis propios ojos, como mataban a Isabella y a toda mi familia, incluida mi pequeña y amada hermana, Wendy.”

Hice una pequeña pausa, le di una pitada a la pipa y continué

“Me tomaron cautivo y me hicieron caminar por muchos días, mi corazón estaba roto y todas mis expectativas de lo que era la vida, para mí ya nada tenía sentido, por lo que decidí atacar a un soldado, si tenía suerte, me matarían, y fue exactamente lo que pasó. Mate a un soldado cortándole la cabeza con su misma espada, otro soldado estuvo a punto de matarme pero el capitán lo detuvo, dijo algo en un idioma que yo no conocía. Luego de esto me vi a mi mismo en un acantilado, en el fondo se veía el mismo río que se congelaba, pero aun no se congelaba, seguía siendo un río normal, el capitán dio la orden y fui arrojado al río”

Cuando termine de contar esa parte de la historia todos seguían mirándome como si yo fuera un muerto viviente o algo así, un fantasma, aclare mi garganta y volví a empezar

“Cuando caí al río lo único que yo quería realmente era morir, pero hubo algo que no me dejó algo superior que me sostuvo y me hizo flotar hasta que quede en un vado, fue ahí donde me encontró un viejo ermitaño y me cuidó. Cuando mejore le di las gracias al ermitaño y empecé a vagar, me aliste como mercenario y participe en varias batallas, cuando ya había conseguido suficiente oro como para vivir sin pelear ni trabajar deje mi trabajo de mercenario. Fue ahí cuando empecé a vagar de pueblo en pueblo, atormentado por mis recuerdos, y fue así como llegué aquí”

Me sentía extrañamente en familia en esa casa, el padre se paró y me dijo que si quería me podía quedar con ellos un tiempo, no acepte pero el insistió por lo que termine aceptando, llevaba ya dos meses con ellos cuando Stephan se acercó a mí.

-Sabes Tristán –Dijo- En el tiempo que has estado aquí hemos, Gretel y yo, hemos aprendido a confiar en ti, hemos visto que eres un hombre recto y honorable, y nos gustaría que aceptaras la mano de nuestra hija en matrimonio.

Realmente no me esperaba eso, de todas las cosas que me podía decir, esa era la que menos esperaba. Me agradaba la idea Isabel era una mujer muy hermosa pero no podía aceptar, sin sabes que pensaba ella.

-¿Qué opina Isabel de esto? –Dije- ¿Le han pedido su opinión?

-Si –Afirmó- Ella, fue quien nos dio la idea a su madre y a mí, ¿Sabes? Es nuestra única hija, y han pedido su mano incontables ocasiones, pero como es nuestro bien más preciado, no podemos pasar por alto sus deseos.

-Si ella está de acuerdo… -Pensé lo que diría- acepto, acepto casarme con Isabel

La cara de Stephan se ilumino por la alegría y me abrasó dijo que prepararía todo para la ceremonia de compromiso
Salí a caminar por el pueblo, y volví a sentarme bajo el mismo árbol en el que había conocido a Isabel, cerré los ojos y me dormí. Cuando desperté me di cuenta que no había tenido pesadillas, lo cual era un cambio muy grande.
Cuando regrese a la casa, Isabel estaba sentada afuera, cuando me vio corrió hacia mí y me besó. Quizás, esto que siento, sea felicidad, no sé cuanto dure, no sé si en algún momento se acabe, solo sé que por ahora, soy feliz y me gusta que sea así.

martes, 2 de febrero de 2010

Un pequeño viaje

Vagos eran los recuerdos que poseía, solo me encontré de pronto tirado en el suelo. Intentaba recordar pero había un vacio en mi mente como cuando sucede algo traumático que luego es imposible de recordar porque el cerebro te protege, bloqueando aquellos recuerdos no gratos.
Al cabo de un rato, me di por vencido, no recordaría nada por lo que decidí pararme, de pronto me di cuenta que no veía nada.

-¿Dónde estoy? -Me dije a mi mismo- ¿Hay alguien ahí?

El eco resonó, como cuando se grita en una bodega vacía, tan grande nunca me había sentido tan solo. Seguía sin recordar nada tampoco veía nada, mi vista estaba oscura, solo veía una inmensa oscuridad. De pronto, algo cambio, empecé a oler algo, un aroma, agradable.
-¿Qué es ese olor?- Seguía intentando adivinar que era- Son... ¿Rosas?...no... Es... Miel... si es miel estoy seguro...

-Sí, es Miel- Dijo alguien a mis espaldas- lo que hueles, efectivamente, es miel, pero también son rosas.

-¿Quién eres? -Dije al momento de voltearme para verlo- eres... hermoso

Y si... realmente lo era, su cara, parecía la de una muñeca tallada por el más hábil
Escultor, su cabello, dorado como el oro, le caía un poco más abajo de la barbilla, era el ser más hermoso que había visto jamás.
El no respondió mi pregunta, se limito a mirarme con una cara que refleja, una, mezcla de pena, con misericordia, y como si estuviera por hacer algo que realmente no quería.

-Realmente -comenzó a decir- no tiene importancia quien soy yo, soy solo un mensajero, has de saber que no has cumplido tu propósito mientras estabas en vida, no fuiste malo pero no eres digno de descansar en la morada de Dios, no eres digno de entrar al cielo.

Todo empezaba a tener sentido, no recordar nada, llegar a un lugar que huele bien y
Encontrarme con el ser más hermoso que había visto hasta el momento, un... Ángel...
Y además me decía, que no entraría al cielo, eso sí es una mala noticia, estoy muerto, y me iré al infierno, a sufrir por toda la eternidad, que triste destino.

-Debes irte de aquí -Dijo el ángel- tu presencia perturba el ambiente de paz y de amor que reina en este lugar, lo siento

En el momento que el ángel pronuncio esto fui cegado nuevamente, sentí como me movía a gran velocidad, sin embargo yo no me movía, algo me movía, y me llevaba a un lugar muy lejano pues el viaje duro largo rato.
De pronto, capte un nuevo olor, era un hedor, casi insoportable, como cuando uno deja un pescado en agua, y este se pudre, luego al abrir el recipiente en el que se encuentra el olor es algo insoportable, este hedor, podría haberle hecho sangrar la nariz a cualquiera y hacer que la persona menos asquienta del mundo, tuviera arcadas.

-Ese olor -comencé a decir- huele a una mescla, de azufre, putrefacción y otras muchas cosas.

Se escucho una risa, no sabía de donde provenía pero mi vista me fue dada nuevamente, pude ver grandes pedruscos rojos, lava, en un entorno totalmente obscuro, sin embargo, el ambiente no era para nada agradable, se escuchaban gritos de dolor, por todas partes, risas guturales, sonidos de látigos.
Me voltee, quizás quien se rio estuviera detrás mío como en la primera instancia con el ángel.
Lo que vi, fue prácticamente igual, y a la vez muy distinto, nuevamente un ser hermoso, sin embargo en su cara, había algo, algo que no puedo explicar, un "no sé qué", podría ser odio, o mirada de envidia antes de que yo hablara levanto la mano, para callarme.

-Hola mortal -Fue lo que dijo, su voz, al igual que sus ojos, daba miedo- ¿se puede saber que haces aquí?

-Es...-comencé a hablar pero mi vos se quebraba- es eso lo que quiero saber...

-¿Sabes donde estas no es así? -Dijo con un tono amenazador, al ver que yo no respondía, agregó- Estas en el infierno

-Pero... ¿Por qué? -Vamos, recordaba no haber sido la mejor persona del mundo, pero tampoco era tan malo- fui... ¿tan aborrecible?

-La verdad es que no - Dijo el- no tienes que estar aquí, tú tienes asuntos pendientes, sin embargo ya has visto esto y probablemente te vuelva a ver en un par de años

Rio nuevamente, luego me dijo que me largara, y fue lo que hice, volví a caer en un lugar desolado, un desierto no tenía ni idea de donde estaba, ¿quizás nuevamente en la tierra? , ¿Todo había sido un sueño?, no, no fue un sueño aun tengo el dolor en la nariz por ese asqueroso hedor, tengo que llegar a algún lugar, donde pueda averiguar cómo morí y cuál es mi asunto pendiente, no quiero volver a ese lugar, era horrible...